Hoy, te encontré de nuevo
en la misma calle, vieja.
Igual, que en mis
recuerdos.
Pasillos cortos y
desiertos
Renglones de libros mal
puestos
Para que mis ojos los
descubran
Como un tesoro nuevo.
Solo observo…
Ignorante y muda de
respeto.
Me obsequian…
Con ese olor a viejo a
secretos.
Ese olor que me devuelven…
a la niña, a mi abuelo.
A esas tardes de invierno
saliendo pronto del
colegio,
para llegar corriendo a tu
encuentro.
Nunca mostraste
indiferencia
ante aquella niña
despierta.
Tu riqueza, me prestabas
para curtir mi inocencia.
Dame pues, hoy tus
secretos,
que como adulta ahora
entiendo.
Hoy, te muestras ante mí,
igual de vieja y serena.
Me entregas a tus hijos,
para que mis ojos los
lean.
Mi memoria los proteja,
de un silencioso olvido.
Con los brazos abiertos al
mundo,
así recuerdo tus puertas
y entrar como siempre, me
dejas.
Para leer de sus hojas;
El quejido de la historia.
La quimera de un cuento.
Un poema, que muere de
viejo.
Hoy, te encontré de nuevo
en la misma calle, vieja.
Igual, que en mis
recuerdos.
Cuando siendo una niña
hasta ti, me llevo el
abuelo.
Como decía Borges, siempre imaginé que el paraíso sería una biblioteca, o en mi caso, una librería de viejo... Bellos recuerdos.
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